Mis manos colman mis pechos
queriendo embeberse de ellos
enloquecidamente.
enloquecidamente.
No es posible mantener la pausa,
se sienten a gusto y a
tiempo.
Curiosamente perdidos
y un tanto culpables.
y un tanto culpables.
Es casual el roce de mí y
hay goce insensato e
incuestionable.
Ya no me aturde.
No hay necesidad de tormentos
con intensión locuaz
forzosa,
ni desvarío con pretextos a alcohol.
No.
Para qué.
Mis dedos son
tibios,
conocen el camino,
el espacio que los rodea,
no fracasan en el intento,
no molestan el oído.
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