He confesado mi
insensatez, mi falta de amor por mí, por otros también. Mi pasión por la
vida se condenso en el deseo fácil y encuentros oportunamente meditados para su
fin. He narrado hechos reales, frecuento inventar y a veces me pierdo
en el sentido de la fantasía y la realidad.
Es un hilo muy delgado y transparente, donde no logro
conseguir equilibrio alguno. No me conviene mirar, ni escuchar, ni tocar, ni
oler o sentir más de lo necesario; espacio y tiempo suficiente para salir
corriendo, aún con la certeza de no estar herida.
Por eso, había puesto a mi deseo incesante de amor, algunas
alas de las aves que más me gustan y me he elevado al aire cuantas veces he
querido, las mismas veces me he detenido para beber sin pedir permiso, para calmar esta sed y hambre que nos han
inventado originariamente.
En el intento, las alas más hermosas se han roto de cansancio,
se han ido voluntariamente o las han quebrado. En el intento, se ha desfigurado
la forma inocua de mí. El contenedor del amor se ha vaciado y se ha llenado de aire, invisible e indivisible.
Cuando había perdido
ya la necesidad de conexión con mi ser, con el otro; has aparecido sin aviso, me has inventado una
forma nueva y juntos hemos perdonado nuestros arrebatados intentos por obtener
el amor, para mirarnos y reconocernos, para contemplar en el otro la
aventura de la vida y de la palabra utópica
llamada felicidad.
¿Cuántas veces hemos muerto en el intento de amar?, de crear
personajes ideales para nosotros, de entender que nos pasa y asimilar que no
era más que un alma enferma la que llevábamos dentro, la que cargábamos como un
anda al son de la culpa y de una oscura veneración también.
Pero hemos llevado al tiempo a una transición espontanea y
milagrosa, para detener ese frío deseo y revertirlo en el río, lavar en él
nuestros insignificantes pecados, miedos y costumbres.
Lavar y secar nuestra piel de lo que han dejado ellos y
ellas, en este y en el espacio paralelo, para ser livianos y libres en la
tierra que asentamos y dejar claro que tú y yo
sencillamente nos amamos, como se ama en los cuentos y fantasías de
infancia.
Como se ama cuando confías, cuando eres tú mismo, por eso y por todo lo que soy y eres cuando estamos juntos, prometo amarte en la salud y en la enfermedad, en la alegría y la tristeza, hasta que
la muerte que no es más que la propia vida, nos una en el infinito.

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