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lunes, 21 de febrero de 2011

boca de agua


Siento tu boca de agua sobre el agua de mi piel. Amante de tinieblas, de mordazas funestas, hay… amante singular, en mi cementerio ya duermes.

He diseñado tu ataúd muchas veces, con la intención de que no dudes al dormir, no me busques más, no le reniegues a la vida la poca vida que te dio.

Lo he diseñado cuidadosamente, créemelo, considerando tu estilo y guardando mi amor en él para que me lleves, para que me tengas siempre en el limbo o en el infierno de tu mente.

Te he acostado con tu casaca de cuero negro, tu pantalón negro y el polo negro que tanto me gustaba; te he dejado crecer la barba para que no me culpes de tu transformación; te he acariciado como nunca y en sueños me has levantado una vez más al cielo, al escondite de tus misterios y de tus trazos sin terminar.

Te expandiste, lo sabes, lo sientes y reniegas de tu partida aunque sabes también que fue lo mejor. Tras los cerros, tras la máscara de tu veneno, yo, maldición… te he amado y te he dejado por ello.

Cómo puedes ahora mirar atrás y olvidarme, y olvidarte de mi desventura tras tu alcohol nocturno y pasional; tras tus celos absurdos cuando aún era tuya en la distancia. Cómo puedes ahora vociferar si quiera y maltratar también la poca vida que me queda.

Al acostarte en tu lecho, me asegure que tuvieras todo, todo lo bueno que no eres, que dejaste de ser; no me culpes más y duerme, duerme con mis besos en tu boca de agua sobre mi piel de agua.

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