Vistas de página en total

domingo, 3 de octubre de 2010

Abuse de ti y tú?


Me parece coloquial haberte pedido un beso, tenías novia, aunque la vez primera aún lo ignoraba. En el fondo aún no recuerdo si te lo pedí o sólo lo hice y cuánto ayudaste en eso, fue un arranque de libertad insensata. Una tentación contenida destinada al fracaso.

En definitiva, es una de esas cosas caprichosas que mujeres como yo emprende sin saber por qué; una forma de dejarse seducir por los placeres de la vida, una inyección de fatalidad sexual frente al alcohol; una de esas cosas que en definitiva las mujeres de ligereza y banalidad logran subyugar sin saber cuándo, cómo y por qué.

Tú, un hombre casto, acorde con la religión cristiana envuelto en trapos sacerdotales, de mirada franca y abierta, casi iluminado y condescendiente a los designios del creador. Yo, una simple mujer de bar, que busca compañía, no se sacia tras el derroche de energía de aquellos orgasmos nocturnos, ya es casi media noche y no acabo.

Entonces decido buscarte, seguir tu perfil en aquellos laberintos cibernéticos a fin de encontrar algo que me permita chantajearte, empiezo a investigar en tu entorno y moldeo una ideología sexual frente a ti, rescatando las carencias de tu compañera casual.

Inicio un juego angelical a fin de que no descubras mi verdadera identidad, tomo tu mano, te invito algo de tomar, te voy contando alguna historia mágico-real, te interesa, te entregas y te dejas llevar, te llevo a mi casa, ya he puesto la mesa, te seduzco con mi forma de andar, de servirte el té, de mirarte, descanso mi mano en tu hombro, la roció suave e intensamente por tu espalda, bajo y subo, levanto, me sumerjo y me inundo.

Tomamos el té. Me acerco a ti, tus piernas me acogen, te sientes inválido, me tomas de la cintura, llevo tus manos a mi interior, paseas sobre mi pantalón aterciopelado, quiebro mis caderas, tomas confianza, sabes que estás pecando, pero continuas.

Recuerdas entonces la última vez que la tomaste en tus brazos, mortificado de la forma habitual de cómo lo hacen, de cómo no pueden experimentar, de lo cansado que se te ve a veces y lo poco que puedes exigirle frente a tu castidad.

Entonces me preparo a abusar de tu candidez, pidiendo perdón previamente a dios por el pecado a cometer, bendigo tus labios, tu cuerpo y tu sexo y me digno a servirme de lo santificado para alcanzar el cielo.

El té está dando resultados, las yerberas no se equivocaron, ahora te tengo sin mayor exigencia, convaleciente y predispuesto a mí.

Preparo nuestro nido de amor, (nombre casualmente utilizado en estos casos), te desvisto poco a poco, ayudas vorazmente y arrancas los botones de tu camisa, te pido calma y que me dejes hacer mi trabajo. Te envuelvo con mis besos y penetro mis dedos en tu ondulada cabellera mientras mi cuerpo en tus manos, van haciendo su trabajo.

He saciado en ti hasta el último aliento de soroche que le has dado a este cielo serrano, la altura de tu boca y tu cuerpo se han fundido tras las mías, te has vaciado en la habitación de tu mente, de tu blancura, de tu palidez.

Servido en mi lecho logro deshacer la investidura de tu trascendente órgano, lo dispones a mí, lo tomo y casi en un movimiento ondulatorio, perfecto, ensordecedor, gritas y despiertas!

Has inventado un cuento que no es el mío y has roseado en él tu fragancia barata, violenta y nauseabunda,  tus miedos al saber que no podrás posarte en tu realidad aquí, ahora y en mí.

Así que inventé el cuento que has creado en forma oral y repetitiva, a fin de ir tomando extractos de tu vida senil, para difuminar lo poco que buenamente pude darte sin esperar, ni desear tal ultrajo del que me acusas.

Por ahora, sólo recuerda  la habitación cálida. No dejes que mi lengua se estremezca más al recordarte, ni que mi pluma se incline y se mueva al quererte inventar.

No hay comentarios: